Antes de volver a la Argentina tras la cancelación del show de 2003, el cofundador de del grupo detalla los cambios en tres décadas de vida de la banda más grande del heavy metal.
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis -Lars, James, Kirk y Robert en plan emisarios de la muerte- que miran desde un afiche para promocionar su show en Sacramento, California, el estado natal de Metallica, son la única compañía en la habitación amplia, con estériles sillones de varios cuerpos destinados a estar vacíos. Además de Lars Ulrich, el baterista que lleva en su sangre la tradición vikinga que el resto de la banda parece encarnar físicamente mucho más que él. "Metallica es una bestia que vive y respira", dice. Estamos solos. Afuera, una pequeña ciudad a una hora y media al este de San Francisco, cuya principal atracción turística es el Congreso ahora comandado por Arnold Schwarzenegger, gobernator del estado. Poco más tarde de esa descripción orgánica y vitalista del grupo, Metallica será, efectivamente, esa bestia, el último mega-monstruo del heavy metal, y Lars estará sentado en su banqueta, el lugar desde el que propulsa la energía de esa criatura.
Seguí leyendo!: